Una vez más el básquet argentino dio muestras para todo tipo de análisis positivos.La calidad de una camada, la mejora permanente, la personalidad pero hay una que puede a la Generación Dorada y esta nueva generación: el trabajo colectivo por encima de las figuras.
Fluye el juego, pasa la bola de mano en
mano, con soltura, con argumentos y con la belleza como complemento. Para sentir –como en la vida- hay que soltarse
y estos pibes lo hacen. Sueltan un deseo que arrastra un ideal de
juego…colectivo. Ese es un valor enorme de este y aquel equipo de la generación
dorada, el de la validación permanente del trabajo en grupo que persigue sueños colectivos. Siempre es un todo, con
cada una de sus protagonistas –distinguidos o de overol – asumiendo un rol. El
otro importa, por eso sus compañeros le pidieron antes al genial Ginobilli o
ahora al maestro Scola la renovación del
contrato del deseo. Ese que dice en uno de sus artículos “quedate que vale la
pena jugar con nosotros y te necesitamos”. El otro importa por eso Manu
alecciona a sus ex compañeros sobre como dormir.
Hay un líder y estratega que traza un plan
ante un equipo que se autoproclama mejor según su entrenador. Los nuestros respetan ese ideario proyectado por el que
toma las decisiones y allá van. Una vez más sorprendiendo a propios y extraños.
Que emocionante, que disparate el nuestro gritando frente a las pantallas un
martes desde las 8 de la mañana.
El otro sigue importando por eso Manu
elogia durante el juego en las redes sociales o Chapu pide a Campazzo en la NBA
y Pepe Sánchez -ahora comentarista- se maravilla de los que tomaron su lugar sin
ponerse colorado. Está más que claro, no hay lugar para egoísmos, los grandes
hacen mejores a los demás inclusive cuando no juegan.
Para ser “mejores” siempre hay que poner al servicio de un equipo
la riqueza individual. Hay que complementarse, acomodarse, entenderse y
abrazarse con otros, así como estos jugadores en el final.
Quedate con quien te lleve a cococho como
Scola a Campazzo, o con quien asuma sus lágrimas frente un micrófono como
Garino, o como Hernández llorando en el banco. Quedate con los que asuman
desafíos colectivos como estos pibes porque siempre es mejor la de todos y el
básquet hace años que de la mano de la grandeza y humildad de sus “figuras” lo
viene demostrando.
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